Ya se están cocinando muchos de los festivales que tendrán lugar en 2022.
Algunos de ellos por las restricciones COVID-19 se han ido posponiendo desde hace ya casi dos años a la espera de poder recuperar aforos que permitan amortizar a los promotores las grandes inversiones que este tipo de eventos requieren tanto en adecuación, recintos, producción, marketing y contratación de artistas.
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Otros promotores se han ido reinventando para aplacar esta crisis del sector, sacando ediciones limitadas en el formato “festival de ciclo” para mantener su marca viva y generar algún tipo de actividad.
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En cualquier caso, la reducción de aforos, la obligación de permanecer sentados para mantener distancias de seguridad y la limitación de horarios, han dado como resultado una mezcla explosiva para los “héroes” que se han aventurado a promover festivales de ciclo durante la pandemia.
Este escenario tan adverso se ha visto agravado por las constantes cancelaciones, cambios de fechas, anulaciones, recomposición de carteles, que en nada han favorecido a los fans, cuyas decisiones de compra se han ido dilatando en el tiempo, llegando incluso a imponerse la compra “last minute” que tanto perjudica al promotor.
En este sentido, mucho promotores se han visto obligados a recurrir a financiación alternativa para poner en marcha sus eventos y poder así, anunciar su Cartel de artistas.
Las fuentes tradicionales de ingresos para la celebración de este tipo de eventos, venta de entradas, patrocinios y consumo, se han visto lastradas como consecuencia de la pandemia.
La Venta de entradas se dilata
La Venta de entradas se dilata en el tiempo ante la falta de certeza sobre la celebración o no del evento. Sólo los festivales de ciclo con reputación, no masificados, ofrecen credibilidad a sus fans, y se pueden permitir ocupaciones altas e incluso colocar el cartel “sold out” en algunas actuaciones.
Aún así, la recaudación por venta de entradas y la disponibilidad de la misma por parte del promotor, está condicionada a la obtención de un seguro de cancelación anticipada que cubra contingencias como meteorología adversa, incomparecencia de artistas, terrorismo, etc… requisito sine qua non para poder disponer de los fondos recaudados a través del procesador de pagos, antes de la celebración del evento.
Estos seguros de cancelación, cubren todos los supuestos posibles salvo el Covid-19, que actualmente no se puede asegurar, con lo cual, difícilmente el promotor podrá disponer de la recaudación por venta de entradas hasta una vez finalizado el evento.
Los patrocinios
Históricamente una palanca estratégica para los promotores, han ido evolucionando en el tiempo, y tras la Covid-19, han empezado a posicionarse fundamentalmente en el mundo digital que les proporciona mayor alcance y retorno, ya que en los eventos en vivo, al haber una reducción drástica de aforos y de horarios, el retorno es muy inferior para ellos. Actualmente los patrocinadores que siguen apostando por este tipo de eventos son los relacionados con el mismo evento (bebidas alcohólicas y refrescos) y con la zona de influencia del mismo (ayuntamientos, comunidades autónomas, organismos turísticos, bancos locales), pero con aportaciones económicas sensiblemente inferiores.
Los Consumos
Si algo nos ha dejado la Covid-19, es la famosa “distancia de seguridad”. Tradicionalmente, los grandes festivales de música, generaban gran parte de sus ingresos con el consumo de bebidas y en menor medida, con la restauración.
Como consecuencia del Covid-19 y los aforos reducidos sentados, las barras de los recintos se han tenido que adaptar al nuevo entorno, y contratar legiones de camareros e implementar soluciones de pago ad hoc para poder atender a los clientes, en sus localidades.
Este hecho ya de por si, caro, ha generado una importante disminución de caja en los eventos que se han venido realizando este último año.
Si tenemos en cuenta además, la reducción de horarios y los “toques de queda”, el consumo se ha visto lastrado enormemente durante la pandemia, tanto en volumen como en margen.
Por tanto, los promotores se enfrentan a un nuevo entorno incierto, complicado e inseguro, donde irremediablemente el único camino posible, es la reformulación del negocio, y la profesionalización del mismo.
Durante los últimos años, han aparecido iniciativas aisladas para acometer este nuevo entorno complejo, con diferentes soluciones verticales para flexibilizar la venta de tickets, financiar la contratación de artistas, gestionar los presupuestos mediante la figura del Project Manager, hacer un uso productivo de las herramientas financieras que permite la inversión en cultura a través de incentivos fiscales, contratación de especialistas en gestión financiero- fiscal, empresas especializadas en la activación de marcas, integración de soluciones de cash less para generar ingresos desde el mismo anuncio del evento, especialistas en marketing digital y en big data, en general, soluciones sectoriales que permiten eficientar todo el proceso de contratación, venta y financiación de eventos.
Este nuevo entorno cambiante y necesario para la supervivencia de los eventos masivos necesitados de financiación privada, requiere de un nuevo entorno mucho más transparente, profesionalizado y gestionado con una visión empresarial que permita a los pequeños promotores, ponerse al nivel de los grandes.
Todos los «stakeholders» demandan soluciones profesionales que garanticen el bienestar de los promotores, el retorno económico y financiero tanto de los inversores privados como de los inversores fiscales, el alcance de las marcas, y la supervivencia de proveedores y productores de la industria de las artes escénicas, probablemente la más castigada por el Covid.